De esos días siempre recuerdo las vueltas en un bote alrededor de una pequeña isla de plantas. (Felisberto Hernández) Felisberto HernándezEl pianista Felisberto Hernández nació en Montevideo el 20 de octubre de 1902. Fue el mayor de los cuatro hijos del matrimonio de Prudencio Hernández y Juana Silva. Pianista y escritor. Realizó numerosas giras presentando conciertos por el interior del país y de la Argentina. Fue compositor, destacándose entre sus obras: Canción de Cuna, Primavera, Negros, Marcha Fúnebre, Crepúsculo. Se casó en 1925 con la maestra María Isabel Guerra y ese mismo año publicó su primer libro, Fulano de Tal. En 1926 nació en Maldonado, su primera hija, Mabel. Libro sin Tapas apareció en 1929, La cara de Ana en 1930 y La envenenada en 1931. Su interés por la filosofía, la psicología y el arte, lo llevó a integrar el círculo de amigos al que pertenecían Carlos Vaz Ferreira, Alfredo y Esther Cáceres y Joaquín Torres García, entre otros. En 1935 se divorció de María Isabel Guerra. En 1937 se casó con la pintora Amalia Nieto y en 1938 nació su segunda hija, Ana María. En 1939 estrenó Petruschka de Strawinsky en el Teatro del Pueblo de Buenos Aires. El escritor Hacia 1940 abandonó definitivamente su carrera de pianista y se dedicó a la literatura. En 1942 publicó Por los tiempos de Clemente Colling y en 1943 El caballo perdido, obteniendo un premio del Ministerio de Instrucción Pública. Ese año se separó de Amalia Nieto. En 1946 viajó a París con una beca del gobierno francés.La Editorial Sudamericana publicó en 1947, Nadie encendía las lámparas. A fines de ese año, su mentor y amigo, Jules Supervielle, lo presentó en el Pen Club de París y en el anfiteatro Richelieu de La Sorbonne. Apareció en La Licorne la primera traducción al francés del cuento “El balcón”. En 1948 regresó a Montevideo. Se casó con la española María Luisa de las Heras, de la que se separó en 1950. En Escritura apareció por primera vez Las Hortensias en 1949. En 1954 se casó con la pedagoga Reina Reyes. En 1955 publicó su “manifiesto estético”: Explicación falsa de mis cuentos en La Licorne. Ingresó de taquígrafo en la Imprenta Nacional; él mismo había inventado un sistema taquigráfico en el que copió algunos de sus cuentos y el cual, aún, no ha podido ser descifrado. En 1958 se separó de Reina Reyes. En 1960 publicó La casa inundada. Ese año comienza su noviazgo con María Dolores Roselló. En 1962 salió la primera edición de El cocodrilo, reeditada en 1963, y póstumamente, en 1965, Tierras de la memoria. Murió el 13 de enero de 1964. Explicación falsa de mis cuentos Fuente: www.materialdelectura.unam.mx/index.phpoption=com_content&task=view&id=48&Itemid=30&limit=1&limit Obligado o traicionado por mí mismo a decir cómo hago mis cuentos, recurriré a explicaciones exteriores a ellos. No son completamente naturales, en el sentido de no intervenir la conciencia. Eso me sería antipático. No son dominados por una teoría de conciencia. Esto me sería extremadamente antipático. Preferiría decir que esa intervención es misteriosa. Mis cuentos no tienen estructuras lógicas. A pesar de la vigilancia constante y rigurosa de la conciencia, ésta también me es desconocida. En un momento dado pienso que en un rincón de mí nacerá una planta. La empiezo a acechar creyendo que en ese rincón se ha producido algo raro, pero que podría tener porvenir artístico. Sería feliz si esta idea no fracasara del todo. Sin embargo, debo esperar un tiempo ignorado; no sé cómo hacer germinar la planta, ni cómo favorecer, ni cuidar su crecimiento; sólo presiento o deseo que tenga hojas de poesía; o algo que se transforme en poesía si la miran ciertos ojos. Debo cuidar que no ocupe mucho espacio, que no pretenda ser bella o intensa, sino que sea la planta que ella misma esté destinada a ser, y ayudarla a que lo sea. Al mismo tiempo ella crecerá de acuerdo a un contemplador al que no hará mucho caso si él quiere sugerirle demasiadas intenciones o grandezas. Si es una planta dueña de sí misma tendrá una poesía natural, desconocida por ella misma. Ella debe ser como una persona que vivirá no sabe cuánto, con necesidades propias, con un orgullo discreto, un poco torpe y que parezca improvisado. Ella misma no conocerá sus leyes, aunque profundamente las tenga y la conciencia no las alcance. No sabrá el grado y la manera en que la conciencia intervendrá, pero en última instancia impondrá su voluntad. Y enseñará a la conciencia a ser desinteresada. Lo más seguro de todo es que yo no sé cómo hago mis cuentos, porque cada uno de ellos tiene su vida extraña y propia. Pero también sé que viven peleando con la conciencia para evitar los extranjeros que ella les recomienda. (Felisberto Hernández) |
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Junio 2020
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