“An angel at my table” (Un angel en mi mesa), de Jane Campion, 1990. Vulnerabilidad personal y amor por la literatura.
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18 de Junio del 2012 Por Omar Caíno Pensar en cine Blog de Omar Caíno: http://pensarencine.blogspot.com/2012/01/angel-at-my-table-un-angel-en-mi-mesa.html
An angel at my table” (Un ángel en mi mesa), de Jane Campion, 1990, se basa en la autobiografía de Janet Frame, escritora neocelandesa que fue internada varias veces en instituciones psiquiátricas, con un diagnóstico de esquizofrenia que luego fue desmentido. La historia arranca en su niñez, en los años veinte, y llega a la época del “twist” (fines de los cincuenta, principios de los sesenta), cuando Janet tiene más de treinta años.
La vulnerabilidad de Janet es tal vez el tema central de la película. Y su amor por la literatura. No se explica esa vulnerabilidad. No se aborda su génesis. Se presenta como una realidad. Como un hecho consumado. Se ve crecer a Janet en un hogar modesto, junto con otros cuatro hermanos: tres mujeres y un varón, y Janet Frame se va volviendo más vulnerable a medida que crece y debe comenzar a vivir fuera de su casa, hasta que escapa de una clase que está dictando en un colegio, sometida a la presión de una inspección escolar, y poco después es internada en un psiquiátrico. A lo largo de los años nunca la supera. Debe vivir aislada. Tal vez, a medida que pasa el tiempo y se afirma como escritora, gane un poco de manejo sobre sí misma, y sobre las situaciones que debe enfrentar, pero sin dejar atrás esa debilidad. Ese miedo.
Se podría decir que la trama de la película combina dos elementos principales. O que está tejida con hilos de dos colores diferentes. Uno es la enfermedad mental o quizá la neurosis. El otro es su pasión por la literatura. La primera referencia a la enfermedad mental tiene lugar a los tres minutos de empezado el film, cuando Janet niña, durante un viaje en tren, ve por la ventanilla, en una estación, a un loco que tuerce la boca y se para de una forma extraña. La Janet escritora aparece por primera vez a los dieciocho minutos del film, cuando siendo también niña, su padre le regala un cuaderno para que escriba sus poemas. Esos serán los dos pilares de su vida. El hilo de la neurosis, o la enfermedad, se manifiesta mediante sucesivas reclusiones de Janet. Y no sólo en los libros y la escritura. En instituciones psiquiátricas (durante 8 años de reclusión sufre 200 electroshocks). La segunda reclusión no se sabe cuándo dura. Es más benigna. Vive en una cabaña, aparentemente sólo con la vecindad de otro escritor; un hombre mayor. Luego viaja a Europa y el lugar donde su aislamiento se hace más patente es en España, salvo el verano que disfruta con un norteamericano. La historia termina con Janet viviendo en la casa de la única hermana sobreviviente, en Nueva Zelandia, aunque recluida en un remolque o casa rodante estacionado en el jardín. Es interesante el tono de victoria, que a pesar de todo, entre tantas desgracias, recorre por momentos la obra de Jane Campion. Esa marchita del principio, que da la idea de alguien que va alegremente subiendo una colina no muy empinada. Como si Janet marchara ladera arriba a pesar de las internaciones en psiquiátricos, la convivencia con los locos y los electroshocks. A pesar de la muertes de dos de sus queridas hermanas cuando eran muy jóvenes. De las dificultades para vincularse con la gente. De los deseos que en algún período siente de suicidarse. Por momentos Janet parece perder de vista lo sombrío de su situación general, y ponerse contenta por un pequeño detalle: una línea que escribió, un elogio que recibió de un hombre que le gustaba, y que fue quien la internó. Como si no calibrara bien la importancia de cada cosa. La película no cae en el melodrama precisamente por eso. Porque transmite otra valoración de las cosas. Y porque el placer que ella siente cuando escribe, o cuando se asoma al sexo, lo evita. “An angel at my table” se diría que a pesar de ser una película sobre una biografía, y por lo tanto disciplinada por hechos que no se pueden modificar, tiene elaboración poética. Campion, y probablemente también Janet Frame, y los guionistas, logra modelar hechos reales como si fueran de ficción. La actriz que interpreta a la Janet Frame adulta: Kerry Fox, está físicamente bien elegida. Janet es grande y con un cabello rojo rebelde. Que abulta. Es una muchacha que no se puede esconder. Ella quiere esconderse y no puede. Su cuerpo no se lo permite. Su cabello tampoco. Está irremediablemente expuesta a los demás. El episodio que condensa la historia de Janet es la lobotomía. Durante una internación planean realizarle esa operación. Médico: Te hemos anotado para una nueva operación. Janet: ¿Qué nueva operación? Médico: Vas a tener una lobotomía. No hay nada que temer, y estarás bien. Janet: ¿Tengo que tenerla? Médico: No es cuestión de si tienes que tenerla sino de qué es lo mejor. Tu madre estuvo de acuerdo, firmó los papeles. Se salva por haber ganado un premio con uno de sus libros. El libro la salva, o la repercusión que tuvo. Como en un plano más general la literatura salva su vida. Las muertes de las hermanas son terribles. No se muestra en sí mismos los accidentes (las dos mueren ahogadas). Lo terrible es el despliegue previo de los personajes, que llegan a encariñar al público, las despedidas de ambas, y lo súbito de sus muertes. - La muerte de la primera hermana, Myrtle (Melina Bernecker) es presagiada por una fotografía en la que ella no sale, o sale a la manera de un fantasma. En su última aparición se la muestra llena de vida. Va a bañarse al mar. Janet no quiere acompañarla. Luego un hombre vestido de traje oscuro, un médico, entra a su casa por la fuerza, y avisa que se ahogó. - La segunda hermana muerta, Isabel (¿Glynis Angell?) viaje con su madre. La acompaña a pasar unos días de descanso. En el tren, camino del lugar de descanso, le dice a la madre que se relaje y disfrute. Y le masajea los pies. La consiente. Luego muestran la caja de metal en que devuelven a la chica a su casa para que no huela mal. “An angel at my table” tiene buenos momentos. - Cuando Janet escapa de la escuela, presa del pánico, porque un inspector va a presenciar la clase que ella dará a sus alumnos. Entonces suena una cantante de ópera y Janet va entre árboles, y primero llora y después se saca los zapatos y no se sabe si ya ríe en lugar de llorar (1 hora, 4 minutos). Esa ambigüedad, de algún modo está presente en toda la película, y alivia el melodrama. - Cuando regresa a su casa, porque ha muerto el padre, se pone sus botas viejas (las del padre) y hace algún ademán varonil simulando ser él (2 horas 24 minutos aproximadamente). Lo hace de forma cómica. Dándole un tratamiento interesante al dolor. - Cuando se sienta en la ventana, entre unas velas (2 horas 7 minutos aproximadamente), en España, cuando la abandonó su amigo norteamericano. La película termina con Janet viviendo en casa de su hermana menor, pero dentro de un remolque o casa rodante. Allí escribe. El remolque es su estudio. Anteriormente se la muestra comiendo sola, aparte de la familia. En esa última escena del remolque, sale de allí, al jardín, y mira el cielo de noche. Baila el twist sin compañía y vuelve al remolque. A seguir escribiendo. Un psiquiatra le había dicho: “Si alguien le dice de salir y conocer gente, pero usted no quiere, ¡no lo haga!” Ese final hace pensar que Janet, tal vez, encontró su lugar en el mundo. Es interesante el personaje de Patrick (David Letch). El hombre que le alquila un lugar en Londres, y que aspira a ser su pareja. Le aconseja que deje la literatura (ella ya había ganado premios y la habían publicado) y consiga un empleo en las oficinas administrativas de alguna firma que se dedique a fabricar galletitas. |
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