Paraíso perdido
John Milton. “El paraíso perdido”, sobre la libertad
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Filosofía&Co, 13 agosto, 2018 Filosofía&Co: https://www.filco.es/el-paraiso-perdido-john-milton-libertad/ El paraíso perdido, de John Milton, es una de las obras más importantes que ha dado la literatura universal. Se trata de uno de los poemas narrativos más destacables de la historia, además de uno de los colosos de la lengua inglesa, compuesto por más de 10.000 versos.
John Milton es, junto a Shakespeare y media docena más de autores, uno de los referentes literarios de la cultura inglesa. Fue un personaje de gran polémica debido a sus posturas políticas y religiosas, y un escritor de enorme genio, además de un defensor a ultranza de la libertad. Precisamente, ese es uno de los hilos conductores de esta obra, que trata de hallar una respuesta a la existencia del bien y el mal en el mundo, a través de la historia bíblica de Adán y Eva.
La existencia del bien y el mal según Milton
Pese a lo que pueda parecer, la obra tiene una enorme relevancia incluso en nuestra época, si bien por su riqueza lingüística no es un texto apto para todos los gustos. Su alambicado lenguaje, sus continuas referencias, frecuentes hipérbatos y largas reflexiones hacen que el original no sea fácil de leer, lo que no es óbice para que la riqueza expresiva de que hace gala nos atrape (especialmente recomendable para el público novel es la edición en formato manga de la colección La Otra H). Al igual que muchos filósofos de la historia, Milton se hizo la pregunta de por qué existen el mal y el sufrimiento en el mundo si Dios, todo bondad y poder, podría eliminarlo fácilmente. Se trata de una reflexión que ya en su día hicieron Epicuro y más tarde muchos otros, como el filósofo empirista David Hume, para quienes la existencia del mal ponía en duda dos cuestiones acerca de Dios: por un lado, si el mal existe es porque Dios así lo quiere, por lo que no podríamos afirmar que es un ser de infinita bondad, puesto que no lo permitiría; por otro, si el mal existe y Dios no puede remediarlo, es que no es todopoderoso. No es un libro fácil, pero su riqueza expresiva es suficiente motivo para que nos atrape Este es el gran enigma que trata de resolverse en la obra, que el autor enlaza con un concepto de especial relevancia: el libre albedrío. El mal y el bien son dos caras de la misma moneda; no puede existir uno sin el otro. Por su parte, el mal es una consecuencia directa de nuestra libertad, otorgada por Dios. Ser libres es una gracia divina que, no obstante, tiene una serie de contrapartidas, como son el mal, el dolor, el sufrimiento y el pecado. Dios, sabiéndolo, nos hizo libres, pues prefería que lo fuéramos a vivir una existencia feliz, pero encadenada. Personajes bíblicos más humanos que nunca Con este telón de fondo, Milton nos hace recorrer una montaña rusa de emociones, la mayoría de ellas reflejada en cada uno de sus personajes. Así, Satanás es ese ángel caído que se enfrenta a Dios porque quiere ser libre y que el autor nos presenta como un ser rebelde, contradictorio… humano (consiguiendo que nos sintamos identificados con sus debilidades). Algo que también se observa en Adán y Eva, seres confusos y exaltados presa de sus emociones. Y, por último, el mismísimo Dios, que trata de justificar la existencia del mal como resultado de su más grande regalo a la humanidad: la libertad. La obra no puede entenderse sin conocer los grandes rasgos de la personalidad de Milton, quien ya en su época hizo defensas tan polémicas como el divorcio, el regicidio en caso de malos gobernantes y el rechazo de la santísima trinidad. Tan extremas eran sus opiniones que se negó a escribir la obra con rima, por considerarla una forma de “esclavitud”. Johan Gottfried Herder, François-René de Chateubriand y Mary Shelley se cuentan entre los muchos seguidores de este libro También afronta el autor el turbulento tema de las relaciones personales, ejemplificada aquí por Adán y Eva. Partiendo de un comienzo ideal, su relación nos recuerda a los primeros pasos entre enamorados reales: felicidad plena, compañía constante, exaltación sentimental, etc. Sin embargo, Milton otorga a ese momento bíblico un gran realismo, cuando la relación, como la de cualquiera, empieza a decaer. Rutina, aburrimiento, monotonía –en este caso con intercesión diabólica incluida–, hasta caer, con su condena a vivir fuera del paraíso, en el reproche, el rencor y la infelicidad. La luz entre las tinieblas No obstante, ambos personajes recuperan la paz gracias al perdón, la fe y la gracia divina, mostrando otra etapa común de las relaciones reales: ese cariño que surge con el tiempo y que, si bien se aleja del enamoramiento inicial, es más profundo; con sus caídas, sus reveses y sus problemas cotidianos superados. Y es ahí, a pesar de la mortalidad adquirida y los varapalos de la existencia, donde Milton nos muestra su reflexión acerca de la relación entre el mal y el libre albedrío: podemos aprender el bien con el mal. Podemos alcanzar la felicidad aún partiendo de la infelicidad. Puede la luz surgir de las tinieblas. Todo esto nos da una imagen mucho más esperanzadora de lo que esperaríamos en un principio y se traduce en una sucesión de emociones que envuelve al lector y le obliga a continuar leyendo. No es casualidad que El paraíso perdido haya contado a lo largo de los siglos con multitud de seguidores –especialmente durante la Ilustración–, algunos de ellos de gran renombre: autores como Johan Gottfried Herder o François-René de Chateubriand fueron verdaderos fanáticos del libro. Lo mismo que Mary Shelley, quien lo consideraba relevante hasta el punto de incluirlo en su más famoso relato, Frankenstein o el moderno Prometeo. |
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