la mirada de los idiotas se había animado; una misma luz insistente estaba fija en sus pupilas. No apartaban los ojos de su hermana, mientras creciente sensación de gula bestial iba cambiando cada línea de sus rostros. Lentamente avanzaron hacia el cerco. La pequeña, que habiendo logrado calzar el pie, iba ya a montar a horcajadas y a caerse del otro lado, seguramente, sintióse cogida de la pierna. Debajo de ella, los ocho ojos clavados en los suyos le dieron miedo. Horacio QuirogaHoracio Silvestre Quiroga Forteza nació el 31 de diciembre de 1878 en Salto, Uruguay. Era hijo del vicecónsul argentino en Salto y de la oriental Pastora Forteza. Por parte de su padre descendía del caudillo riojano Facundo Quiroga. Su infancia quedó marcada por la trágica muerte de su padre al producirse un disparo accidental de su escopeta cuando descendía de una embarcación, en presencia de su mujer y del propio Horacio. Tras la tragedia la madre se trasladó con sus hijos a Córdoba, donde residieron cuatro años, y regresaron a Salto. En 1891 su madre casó con Ascencio Barcos. Fue un buen padrastro para el niño, pero la tragedia se cebó de nuevo para la familia ya que éste sufrió en 1896 un derrame cerebral que le impedía hablar y se suicidó disparándose con una pistola. Siempre fue buen deportista y amante de la mecánica y la construcción, pero además a los veintidós años comenzó sus primeros tanteos poéticos. Descubrió la obra de Leopoldo Lugones y Poe, que marcaron claramente su escritura. Mientras trabajaba y estudiaba, colaboraba con las publicaciones La Revista y La Reforma. Durante el carnaval de 1898 conoció a su primer amor, una niña llamada María Esther Jurkovski, que inspiraría dos de sus obras más importantes: Las sacrificadas y Una estación de amor. Colaboró con el semanario Gil Blas de Salto, y conoció en esta época a Lugones en una escala durante un viaje fluvial, y se inició una amistad que duraría toda su vida. En 1899 Quiroga fundó en su pueblo natal la Revista de Salto, pero la revista fracasó. En 1900 la herencia de su padre le permitió viajar a París, partió esperanzado en primera clase y vestido de frac, y allí conoció a Rubén Darío, pero volvió tras cuatro meses en tercera clase, hambriento y con la barba negra que no lo abandonaría más. Fundó en Uruguay el Consistorio del Gay Saber una especie de laboratorio literario experimental de cariz modernista. Su primer libro de poesía Los arrecifes de coral, se publicó en 1901. Ese mismo año murieron sus dos de sus hermanos, Prudencio y Pastora, en el Chaco, a causa de la fiebre tifoidea. A esta desgracia le sucedió la muerte accidental de manos del propio Quiroga de su amigo Federico Ferrando, que iba a batirse en duelo, Horacio lo ayudaba a limpiar el arma cuando ésta se le disparó. Fue detenido y finalmente puesto en libertad, tras comprobar la naturaleza accidental del homicidio. La desolación por este suceso lo llevó a abandonar Uruguay. Fue a Argentina a vivir con María, otra de sus hermanas, su cuñado lo inició en la pedagogía. Fue designado profesor de castellano en el Colegio Británico de Buenos Aires en marzo de 1903. En junio de 1903 Quiroga se unió como fotógrafo a Leopoldo Lugones en una expedición a Misiones, financiada por el Ministerio de Educación, en la que planeaba investigar unas ruinas de las misiones jesuíticas. Esta experiencia marcó de manera absoluta a Horacio Quiroga que se decidió a invertir lo que le quedaba de su herencia paterna en la compra de unos campos algodoneros en Chaco. El proyecto acabó fracasando pero la experiencia fue fundamental para el escritor y provocó un cambio radical en su obra y en su vida. A partir de este momento se dedicó a cultivar la narración breve, y en su estilo. En 1904 publicó El crimen de otro, fuertemente influido por el estilo de Edgar Allan Poe. Sus primeros cuentos fueron publicados en la revista argentina Caras y Caretas. Al año siguiente decidió volver a la selva, compró una chacra sobre la orilla del Alto Paraná y en 1908 se trasladó. Se enamoró de una de sus alumnas y consiguió convencer a sus padres no sólo de permitieran el matrimonio sino que vinieron a vivir a la selva con ellos. En 1911 nació su hija Eglé Quiroga. El escritor comenzó la explotación de sus yerbatales y al mismo tiempo fue nombrado Juez de Paz en el Registro Civil de San Ignacio. Al año siguiente nació su hijo menor, Darío. Se ocupó él personalmente de la educación de sus hijos un tanto especial adaptada a la necesidades de la vida en la selva, de modo que fueran autónomos. Su esposa cayó en una profunda depresión y se suicidó tomando veneno. Tras el suicidio de su esposa, Quiroga se trasladó con sus hijos a Buenos Aires, donde recibió un cargo de Secretario Contador en el Consulado General uruguayo en esa ciudad. Apareció en esta época uno de sus libros más famosos: Cuentos de la selva. Su única obra teatral (Las Sacrificadas) se publicó en 1920 y se estrenó en 1921, El diario argentino La Nación comenzó también a publicar sus relatos, que a estas alturas gozaban ya de una impresionante popularidad. En 1921 apareció Anaconda. El escritor se dedicó a la crítica cinematográfica, teniendo a su cargo la sección correspondiente de la revista Atlántida, El Hogar y La Nación. Regresó por un tiempo a Misiones, allí se construyó una barca y con ella regresó a Buenos Aires. En 1927 se publicó Los desterrados. Se enamoró de María Elena Bravo, compañera de escuela de su hija Eglé, se casaron ese mismo año. A partir de 1932 Quiroga se radicó por última vez en Misiones, en lo que sería su retiro definitivo, con su esposa y la hija de su segundo matrimonio. Perdió el consulado pero sus amigos consiguieron tramitarle la jubilación argentina. Empezó a sufrir una prostatitis, y su mujer lo abandonó llevándose a su hija. Se descubrió que las molestias eran en realidad de origen canceroso, tras su regreso a Buenos Aires para ser internado en el hospital, ante tal diagnóstico el 19 de febrero de 1937 Horacio Quiroga bebió un vaso de cianuro que lo mató pocos minutos después Las desgracias siguieron a la familia y más o menos al mismo tiempo que el gran poeta, Eglé Quiroga, hija mayor de Horacio, se suicidó también. Su amigo Leopoldo Lugones se suicidó un año después por motivos amorosos. Finalmente, su hijo varón, Darío, se suicidó en un arranque de desesperación en el año 1951. Su obra estuvo marcada por la influencia reconocida de Kipling, Conrad y, sobre todo, Edgar Allan Poe. En sus cuentos reina una atmósfera de alucinación, crimen, locura situada en la Naturaleza salvaje de la selva. Quiroga legó a los jóvenes escritores su famoso Decálogo del perfecto cuentista que resumía de manera perfecta su propio estilo: una prosa precisa, estilizada y contundente al mismo tiempo, que lo convirtió en maestro del relato breve. Horacio Quiroga ha dejado para la posteridad algunas de las piezas más terribles, brillantes y trascendentales de la literatura hispanoamericana del siglo XX. Cuentos de amor de locura y de muerte - Horacio QuirogaEs claro que la biografía de un escritor termina por intervenir en su obra. En el caso deQuiroga, sus aprendizajes en la selva, las muertes truculentas, la tentación del suicidio y el desamparo de la paternidad pasan a sus argumentos. Los cuentos de Quiroga, como diceNeuman en la introducción, nos sugieren que amor y enfermedad, sensatez y demencia, pasión y remordimiento están a un simple paso. Ningún lector atento podrá evitar la sensación de encontrarse ante un narrador formidable y poderoso. Se incluyen en este volumen, además de tres relatos que suprimió el autor en la última edición, unos interesantes textos en los que Quiroga reflexiona sobre el cuento y lo eleva a la categoría de género específico. Fuente: http://www.lecturalia.com/libro/18226/cuentos-de-amor-de-locura-y-de-muerte Cuentos de la selva - Horacio QuirogaEn los Cuentos de la Selva, hombres y animales conviven en igualdad de condiciones, como miembros de una misma sociedad. A veces se ayudan entre sí, como la tortuga que salva la vida del cazador o el hombre que salva a las rayas de los pescadores. Otras veces se alían ontra otros animales, como el loro pelado y su dueño. A veces los animales se alían contra el hombre, como los yacarés y el surubí. Pero en todos los casos, los hombres aparecen como una especie animal más, y a veces ni aparecen, como en la historia de la abeja haragana. En estas historias, para conseguir sus objetivos, el hombre debe persuadir a las demás especies y actuar en conjunto con ellas, no exterminarlas. Casi exactamente un siglo después de su aparición, estos cuentos no han envejecido. Al contrario, son incluso más actuales que entonces, porque bordan un tema que se ha vuelto crucial: la ecología. En efecto, en los últimos años, las alarmas por el estado de nuestro planeta se multiplican. Figuras políticas y artísticas como Al Gore, Leonardo di Caprio o el grupo Coldplay lideran campañas para advertirnos sobre el daño que hacemos a nuestro planeta, daño que aún así, no somos capaces de frenar. La humanidad actúa como un gran pirómano que quema su casa para no tener que limpiarla. La historia del hombre es la historia de su lucha por domesticar a la naturaleza para vivir en ella. Fuente: http://www.casadellibro.com/libro-cuentos-de-la-selva/9788496806665/1621816 Historia Clinica - Horacio Quiroga |
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